Tango de “microclima”. Tango para el adentro de uno mismo y de la pareja.
Un baile de concentración, prescindente del “que dirán” los que miran. No es de exhibición en tanto no busca “mostrarse” a terceros, ensimismado en el mundo que crea con su pareja de baile en los tres minutos de la danza.
Despojado de falsos brillos, sin bijouterie, minimalista, busca y propone un tango esencial
Utilizando sus propias palabras:
“Por mi parte trato que en abrazo cerrado, mi pareja perciba una “marca” tan delicada, clara y precisa como es necesario siendo una mujer, ni un robot ni un títere, una mujer que espera una propuesta (en este caso, de movimiento conjunto)”.
“Parece más fácil mandar y obedecer. No es mi propuesta. No genero, para mi concepto, buen baile porque la mujer “obedezca sumisa” como proponen otros Intento y practico al bailar, antes que un monólogo autocomplaciente para mí y degradante para Ella, la construcción de un diálogo entre dos”.
“Bailar para mí es, antes que nada, hacerlo con y para mi pareja. Si Ella, está cómoda, si se siente protegida y alentada a ejercer su libertad expresiva, entonces ese tango fue bien bailado-vivido por ambos”.
Alejado de la antigua y machista idea de muchos de que buena bailarina es quien obedece al hombre, se observa que baila no imponiendo su decisión unilateral, sino proponiendo la creación conjunta.
En la doble vertiente de la “religiosidad tanguera”: como oración danzante y como un re-ligarse, re-unirse Ella y El, es ese, su tango, todo un ejercicio de concentración, de meditación bailada en abrazo cerrado.
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